Me gustan los días de lluvia, como hoy. Tengo la ventana abierta y oigo la música de su caída en la acera. El cielo está gris y blanco, como es lógico. La luz difusa que entra por la ventana me conmueve y me lleva a la infancia. Yo me crié en el norte; y allí, ya saben, llueve mucho. Bueno llovía mucho, ahora ya es otra cosa. La lluvia, esta lluvia lenta y continua, es buena para el campo. Es vida. Con ella la tierra se pone su traje nuevo, renacen las cosechas, los mares verdes que dijo el poeta.
A veces estoy tentado de desnudarme y dejar que la lluvia caiga sobre mí, sólo por ver si se me oscurecen algunos cabellos.
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¡Hummm! Que olor a tierra mojada. Que olor a infancia rememorada. Un pegar la nariz al cristal viendo corretear las lagrimas del cielo junto a mis ojos. Rezongar a mi madre rogándole ponerme mis botas de charcos. Quedarme en casa, pegando cromos en un album nuevo… viendo como huele mi infancia, a tierra mojada.